RMZ 1: La Cobarde
Un golpe la despertó. Se había dormido. Miró la hora: las 4:58. Intentó incorporarse pero solamente consiguió escurrirse más hacia abajo. Una maldición se escapó entre sus dientes. Hace un tiempo esta hubiera estado reprimida por una mirada maternal amenazante o por una advertencia paternal. En otro momento se hubiera asustado, de hecho, era lo que más temía: la decepción y el equivocarse. Pero ya no. Ahora estaba sola y en peligro. No podía hacer ruido, y el insulto, traidor, acababa de ponerle una diana en la espalda. O eso se imaginaba ella, pues realmente no quería comprobarlo. Estaba dentro de una sucia y bañera, se abrazaba con fuerza las dos rodillas y tenía un machete entre las manos, apuntando hacia arriba. No era la mejor posición para defenderse ante un posible ataque, la verdad. Llevaba allí probablemente más de ocho horas. Se estaba quedando sin agua y tenía unas ganas increíbles de mear. Si no llega a estar en esa situación se hubiera reído, porque estaba dentro de